viernes, 6 de febrero de 2015

Maquillaje de ojos

Los billetes de ida parecen llevar implícitos uno de vuelta. El amor y el odio son complementarios, distintas caras de una misma moneda. Los encuentros a veces nacen de un profundo desencontrarse.

En una ciudad lejana y ajena, donde el sol se hace presente y la playa se llena de bañistas, o simplemente curiosos, se hace la lluvia en mis ojos y el corazón se me queda sólo, saboreando el abandono. En mitad de una noche cálida, mi vida se queda fría no habiendo cobertores ni mantas suficientes para calmar la tiritera. Después de la efusividad de un encuentro acordado, algo se rompe, implantando un muro de hormigón, de incomprensión y de desencuentro entre mi voluntad y mi deseo. Salgo a correr en mitad de la noche, las deportivas sin abrochar, para encontrarme con alguien tan real e incierto, que como los duendes del cuento del zapatero, viene a rescatarme de la crueldad que supone sentirte desahuciado en una ciudad que no habitas. Desde su coche me sonríe, él ya me conoce, verle supone un poco de aire, no sentirme tan Maquillaje de ojos.


No puedo evitar llorar, y no sé donde esconderme. Él me presta su mano para salir un poco a flote, a pesar de que en el pasado no siempre hubo entendimiento. Mi soledad y su compañía se encuentran, y me siento en deuda, rescatado del desplante de haber sido abandonado por el amor inexistente de un amante fortuito, en una ciudad que no es la tuya, en una cama que no te pertenece, a la intemperie. Su compañía, tanto tiempo planificada para encontrarse con la mía, lo hacen sin previo aviso, a marchas forzadas, regalándome su tiempo, su sonrisa, su silencio, sus palabras y un Fuente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario