Tras la embarazosa situación, viaje en el ascensor tenso, atónito por lo que pasaba. Sin casi mediar palabras recogió ropa, objetos personales y con un repiqueteo de tacones salió por la puerta, de esto hace dos meses.
Se fue lejos, al mes recibí una carta, escrita en su vieja máquina que Fuente:
“Las ciudades desconocidas no son lo mismo sin ti, un trabajo nuevo no tiene aliciente si no lo comparto contigo al llegar a casa. Unos labios que no son los tuyos me traen sabor de hiel. Vuelvo en cinco días, si estás en el aeropuerto sabré que me has perdonado. Vuelo Bromas con cámara oculta
Natalia”
¿Perdonar? Yo me consideraba el único culpable, por sedentario, por cómodo. Calculé la fecha de regreso por la carta. Al día siguiente estaba en la terminal con un sencillo ramo de violetas, no apareció. Tocado, hundido y borracho me fui a dormir. Al día siguiente, carta en el buzón:
“Problemas para dejar el trabajo, lo solucionaré lo antes posible, siento no haberte podido avisar. Nuevo vuelo el día 6, terminal de llegadas internacionales, por favor espérame. Natalia”.
Más días de tensión con mismo resultado. Esta segunda vez me era casi imposible creer cualquier excusa, ¿por qué no llama? Hasta que recibí el papel que tengo entre las manos y he pasado el desayuno releyendo. Me vuelve a desarmar y a tenerme en vela hasta hoy, listo, trajeado y con flores, de nuevo en el aeropuerto.
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