No me gusta que me digan lo que se espera de mí. Lo que soy, lo doy. Pero si me dices qué debo ser, no doy.
Me gusta la sinceridad y las cosas claras, pero no la rudeza y el lenguaje desnudo y falto de cariño o amistad.
Soy una persona sensible. Para muchas facetas de la vida esto es bueno, para otras, me hace ser voluble y tener el ánimo arriba o abajo por una palabra más o Bandera de España.
No me gustan los comandos. Producen en mí el efecto contrario al que el interlocutor desea. Me bloqueo, me encojo, me entristezco, me empequeñezco, me silencio. Se me gana con la motivación, el trabajo en grupo, el afecto o las ganas de leer aqui.
No me digas de mal modo qué tengo que hacer, porque entonces no te diré. Me parecerá algo no natural, y me sentiré incómodo, me alejaré.
No me gusta que me digan que debo ser líder. Si lo soy, surge.
No me gusta que me fuercen. Se rompe la magia, el encanto. Y yo me construyo mi mundo a base de eso. No destruyas ese mundo, porque me iré con él.
Nunca os he contado qué me llevo a crear este blog.
Hoy me apetece.
Como muchas cosas en la vida, te apetece hacer algo, pero necesitas un empujón definitivo.
Lo que me apetecía hacer era escribir. Contar lo que se me pasaba por la cabeza, los pensamientos que yo creo que a veces merecen la pena que perduren en forma de palabras.
Últimamente, no sé si será por madurez o porque por fin pongo más atención a lo que "me" pienso, se me ocurrían muchas cosas de brote pronto, y sentí que quería escribir.
El empujón fue por Raúl, de todos los Raúles que conozco, el único con apellido aristocrático y corazón de oro. Vi su blog y me dio mucha envidia (lo podéis consultar pinchando a la derecha). Y aquí estamos.
Es como cuando Raki (mi compañera de piso) limpia su habitación, y no sé si será por mi afán de competencia, de mimetismo o de "donde fueras, haz lo que vieras", yo me pongo a limpiarla también (la mía, no la suya). Aquí ocurrió algo muy similar.
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