Y lo fuerte, a pesar de que los tiempos cambian, dicen, y las leyes se ajustan... todo es tan lento a mi alrededor... y es que llevamos dentro tanto tiempo aceptando lo que se dice sin tan siquiera utilizar nuestra propia mente, sin tabúes, sin tapujos... porque el amor es así de sencillo, así, como es, como su subtítulo indica: “una fuerza de la leer aqui”...
Salí maravillada del cine, con un nudo en la garganta de tanta contención, con ojos brillantes, con dolor en el corazón. Incomprensiblemente, escuchaba risas nerviosas entre la gente mientras por mi mejilla resbalaban lágrimas encendidas de impotencia; incapaz de soportar con entereza esta historia, tan bella, tan bien contada, tan potente, tan lejana y tan cercana a la vez....
En un nuevo intervalo, varios en estos días, me acordé de John, cuando tantas veces, antes de su muerte, compartíamos nuestras historias de amor, tan distintas y aún así, todas ellas, alejadas de la convención...
Busco entre mis cedés uno de Philip Glass, la banda sonora de The Hours, y no lo encuentro. Me desespero cuando no consigo poner en orden mis cosas y es que cuando el trabajo agobia, sencillamente, ¡no puedo!
Hoy, domingo con mi café, mi fruta, mi desayuno y mis cuitas semanales, es la música que deseo... y no la encuentro. ¡Qué desazón! Opto por otro CD de Philip Glass: Symphony #2. Pero no es eso exactamente lo que siento, tanto me exaspera que subo corriendo donde está mi equipo y lo desconecto rabiosamente. Me quedo en silencio, e imagino, compongo sonidos e imágenes en mi mente, mientras recuerdo...
Tiene que ver esta decisión con la revisión de elementos que me acercan a esa vida que admiro tanto: Mi ídolo, mi mujer... Virginia Woolf y lo que su mundo representa. Releo su personaje: Clarissa; ahí con todas sus debilidades y sus momentos especiales. Miro de nuevo la película Las Horas, me deleito con la escritora, la lectora y la protagonista, tan bien entrelazadas por esa música sublime de Philip Glass. Me siento cerca a Clarissa Vaugham, la recreación de Cunningham de Clarissa Dalloway, de Woolf, con ese paseo por esas calles de Nueva York que bien conozco, con flores en sus brazos, con esas fiestas tan especiales, “to cover the silence”; con esos amigos, para mí tan cercanos, con esas vivencias, también tan mías; con esa vida cotidiana que retrata el arte; la literatura, la música y el cine, tan acertadamente.