La vida es un culebrón, de eso no hay duda, aunque algunos prefieran llamarlo puzzle.
Y luego va Valentina, provocando, y muestra su culebrón particular y yo que soy como una maruja, tenía que reaccionar, pero poco, apenas le he hecho el cartel, porque no estamos de humor en esta época triste del año.
El otro día quedo con una chica que quería que le ayudara con una cosa del trabajo. Y al decir chica podría haber abierto paréntesis y dicho que monísima, encantadora, nada creída y, claro, con novio. Y no es extraño: leo en algún sitio que en mi isla (supongo que también en el resto del planeta) casi todas las mujeres de mi franja de edad están casadas o con novio. En edades superiores sube el porcentaje de mujeres disponibles (se van separando o quedando viudas) y también por debajo de los 25, pues el nivel de compromiso es menor, aunque se acerca uno a la zona peligrosa del Código Penal.
Y uno quiere pensar que tan sólo se equivocó de tren pero que por la misma vía han de pasar otros. Y sin embargo, hoy, volviendo de visitar a unos amigos que acaban de tener su segundo hijo, me da por pensar que no puedo empezar de nuevo porque nunca volveré a tener la edad que tenía cuando empecé a escribir en este
blog.
Idas y vueltas Epoca esta de idas y vueltas. Me refiero ahora a viajes aunque podía acabar diciendo que uno está de vuelta de todo, si no fuera porque no me gusta la expresión. El caso es que la situación familiar ha hecho que en los últimos meses haga continuos viajes a la casa paterna. Y mi patética historia sentimental ha hecho que no tomara las vacaciones en su momento y ahora vaya cogiéndolas de cinco en cinco días.
Así que voy y vuelvo anteayer y ya a cocinar: de entrante unas cebollas asadas con cabrales y unas brochetas de corvina, bacon y gambas. De plato principal, fabada y de postre un flan de queso. Todo ello regado con un albariño que no estaba nada mal. Mis invitados: unos amigos (pareja) que resulta que últimamente son los más receptivos a mis mensajes culinarios, porque visto está que las mujeres sin compromiso nada de nada...
Resulta que P. opina que lo mismo mis virtudes (artísticas) lejos de atraer, asustan a las chicas, que debería parecer más normal y desastroso (pero yo me considero ya suficientemente desastroso). El marido de P. que es bastante clásico (digámoslo finamente) cree que muchas mujeres son bastante machistas (¿Como El?) y que consideran que son ellas las que tienen que cocinar.
Pues será por eso...